Al final del último capítulo de Meditar se me da FATAL Eduardo Jáuregui ofrece algunas recomendaciones generales sobre la práctica. He aquí el texto:
Esto ha terminado. Pero al mismo tiempo está sólo comenzando. Si ya has iniciado una rutina de entrenamiento en mindfulness aquí encontrarás algunas pistas sobre cómo continuar. Y si aún no lo has hecho, ya sabes: cuanto antes empieces, mejor.
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- ¿Por dónde empezar? Por un primer paso. Puedes probar con cualquiera de las prácticas de este libro, aunque sugiero que si nunca las has probado empieces por las primeras. La exploración corporal y la meditación caminando son buenas formas de iniciarte. Probaría con ellas, diariamente, durante dos o tres semanas, antes de sentarme a meditar durante ratos largos. También puedes consultar la página sobre como planificar tu entrenamiento.
- Lo más importante es avanzar con cuidado, según tu propio ritmo, posibilidades y momento vital. No hay ninguna prisa, ninguna meta que alcanzar. Yo tardé tres años en llegar a la meditación sentada y otros doce en probar algo que no fuera la meditación en un “ancla”. Hay personas que se consagran a un solo ejercicio durante toda la vida, y no hay nada malo en ello.
- ¿Qué te dice tu cuerpo? ¿Y tu corazón? La instrucción prioritaria es siempre la que te den ellos, no la que está impresa aquí. Mejor no forzar ninguna práctica para no hacerte daño. Mejor ir poco a poco para no tropezar tanto. Esto no va de luchar y esforzarse mucho, sino más bien de soltar y dejar que las cosas sean tal y como son para luego avanzar desde ahí. No se trata de hacer un montón de prácticas, sino más bien de dejar de hacer —de crear un espacio en el que las cosas puedan aflorar por sí solas.
- Al mismo tiempo, un cierto compromiso es fundamental. Emocionarte con la idea de la meditación está muy bien. Pero como sucede con el amor romántico luego llegan los momentos difíciles y el anillo en el dedo ayuda a superarlos. Mantener una rutina diaria de meditación cuesta. ¡Cuesta mucho! Hay días en los que sentarte con tus propias angustias resulta infinitamente menos atractivo que distraerte con las angustias de los protagonistas de tu serie favorita. Si no te has comprometido, acabarás dejando el cojín en el armario y enganchándote al siguiente episodio.
- ¿No te gusta meditar? No importa. O más bien, no es obligatorio que te guste. Te invito a probar de nuevo, aunque alguna práctica te haya resultado rara, frustrante o aburrida. Estos obstáculos son parte del propio camino. Te invito a investigar tus resistencias, tu frustración, tu aburrimiento. A lo mejor descubres algo nuevo.
- Una forma de reforzar tu compromiso es hacerte la siguiente pregunta al inicio de todas tus prácticas: ¿qué me trae aquí? Simplemente te lo preguntas y esperas a ver qué respuesta surge de tu interior, si es que surge algo. Quizás notes que esa respuesta va cambiando con el tiempo al ir avanzando por el laberinto.
- Otra idea es dedicar cada meditación a alguien de tu entorno. ¿Quién se beneficiaría si empiezas a pegar menos gritos? ¿A quejarte menos del mal tiempo? ¿A despegar los ojos más a menudo de la pantallita? Una mañana la puedes dedicar a tu pareja, otra a tu hijo, y la siguiente a la sección de violines de la Orquesta Nacional (por ejemplo, si tocas el tuba ahí). Según los estudios, tendemos a comprometernos más cuando hacemos algo por la gente que nos rodea.
- Vivimos en el ajetreado siglo xxi. Por lo tanto, si esperas a tener un rato libre para meditar no meditarás nunca. Vas a tener que crear un espacio regular de práctica en tu apretada agenda. Una rutina de entrenamiento.
- ¿Que no tienes un hueco durante los próximos siete meses? Ten en cuenta que no hace falta meditar una hora al día. Bastan treinta minutos, o veinte, o diez, o incluso cinco. Si trabajas jornadas maratonianas o tienes hijos pequeños, quizás no encuentres más que un minuto para la práctica algunos días. Pero incluso un minuto, si prestas atención de verdad, puede llegar a ser muy transformador. Lo importante es la regularidad diaria para tener las “pilas” de tus Mindfulness Glasses cargadas aunque sea un poco. Con el tiempo puedes ir ampliando este tiempo paulatinamente, sin forzar hasta llegar a esa hora diaria o más. Según vayas descubriendo su utilidad, resulta más fácil encontrar huecos.
- Reservar un espacio en tu hogar para la meditación también puede ayudarte a reforzar el compromiso. No tiene por qué ser muy grande: basta un metro cuadrado de suelo, o una silla junto a una ventana. Hay quien decora este espacio con imágenes, plantas, objetos naturales o estatuillas inspiradoras (¡Yoda!), aunque tampoco es necesario. Si no puedes reservar un espacio sólo para la meditación, recomiendo practicar siempre en un mismo lugar y guardar cerca de él los materiales que necesites.
- Probar la atención plena no significa probar una de las prácticas de este libro, o incluso todas ellas. Yo diría que para probar de verdad tendrías que entrenar diariamente durante al menos treinta o cuarenta días. El curso de «Reducción del estrés basado en mindfulness” (MBSR) dura ocho semanas, y la parte más importante no son las clases, sino los ejercicios diarios en casa (un total de una hora al día, más o menos). Los resultados vienen con el tiempo.
- ¿Te cuesta mucho sentarte a meditar? ¿Sientes el cuerpo muy inquieto? ¡Pues hazle caso a Teddy y muévelo! Recuerda que existen diversos ejercicios de movimiento consciente: caminar, yoga, tai-chi. Si llevas muchas horas sin moverte no tiene mucho sentido ponerte a meditar en quietud. Puedes comenzar con unos estiramientos, un paseo meditativo o incluso cinco minutos saltando con el We Will Rock You de Queen (con atención plena, evidentemente) antes de sentarte sobre el zafú o la silla.
- ¿No te engancha? ¿No consigues crear el hábito? ¿No te enteras? ¿Es increíblemente difícil? Normal, ya lo he dicho: esto se nos da FATAL a todos y a todas. Mi recomendación es apuntarte a un curso validado por la ciencia como MBSR. Hoy en día pueden realizarse también online. Hay libros, apps y vídeos que están genial, pero no pueden reemplazar a un ser humano con una buena formación y años de entrenamiento. El Mindfulness Center de la Universidad de Brown mantiene una lista de profesores en todo el mundo que han alcanzado por lo menos el nivel 1 de su itinerario de formación (el mínimo para enseñar MBSR).
- Después de realizar un curso de iniciación suele ser útil seguir practicando en grupo, ya que motiva mucho compartir estas cosas tan raras con otra gente aparentemente normal como tú.
- También conviene mantener, quizás en este mismo grupo de práctica, un contacto continuo con un buen maestro o maestra de larga experiencia. Para encontrar a una persona que te inspire confianza tendrás que ir probando. Más que saber mucho, o tener un centro bien decorado, lo importante es que ayude a despertar tu propia sabiduría.
- Por otro lado, nadie tiene “la solución”, “la verdad” o “el secreto” que te gustaría alcanzar para resolver todos tus problemas. Las personas más sabias de distintas tradiciones coinciden en algunas cosas pero se contradicen en otras. Si son sabias de verdad reconocerán que a veces se equivocan. Si son excepcionalmente sabias reconocerán que se equivocan siempre.
- La única forma de ir avanzando es perdiéndote (y encontrándote) en el laberinto. Vas a tener que explorar tu mundo interno y hacer tus propios descubrimientos. Considero que la maestra principal es la propia vida. Y más allá de la vida en general recomiendo un acercamiento frecuente a la naturaleza: el bosque, el campo, la playa, la montaña. Cuanto más tranquilo y recóndito el lugar, mejor.
- Contemplar un río que fluye, una puesta de sol o el cielo estrellado es una práctica meditativa en sí. No es por nada que los poetas, los artistas y los monjes hayan tenido esa curiosa predilección por los lugares remotos.
- Durante esta aventura seguramente te toparás con emociones difíciles, traumas olvidados, problemas interpersonales, aspectos de ti antipáticos, momentos de confusión y otros desafíos. Todo parto es doloroso y aquí de lo que se trata es de renacer una y otra vez. Puede ser conveniente (o a veces incluso crítico) apoyarte en “comadronas» expertas para enfrentarte a estas situaciones con más perspectiva: psicoterapeutas, coaches, compañeras de práctica o gente sabia con la que tengas confianza.
- Será mejor que no tengas mucha prisa en llegar al “nirvana”, sea lo que sea eso. Los yoguis tibetanos estudiados por Richard Davidson han transformado sus cerebros tras una media de 34.000 horas de práctica. Y siguen entrenando diariamente. Hazte a la idea de “momentos” de presencia y lucidez, o como mucho, “ratitos”. Pero no hace falta nada más. No se trata de llegar a ningún lado. Ya estás donde tienes que estar: aquí. Basta que te fijes en ello. Si estás intentando llegar a otro lugar, ya no estás aquí.
- Por favor, no te fíes demasiado de mí. Ni de nadie. Bueno, un poquito sí puedes fiarte: lo suficiente para leerte un libro como éste, contrastar la información con otras fuentes y dar los pasos que consideres adecuados, sin forzar nada. Pero conviene mantener siempre un mínimo de precaución, espíritu crítico y sentido común. Hay que tener en cuenta que incluso los jedi pueden cometer errores o incluso caer en el Lado Oscuro. Además, el “halo espiritual” que les damos a ciertos maestros y maestras tienden a ocultar fallos que serían muy evidentes si los cometiera cualquier tipo con gabardina que te aborda en la parada del autobús. Por lo tanto, si algún gurú te pide la contraseña de tu cuenta bancaria, te invita a una meditación “especial” bajo las sabanas, te ofrece una pócima de color morado, pretende separarte de tu familia y amigos o te cuenta que si te lo crees “de verdad” podrás saltar del balcón y echarte a volar, basta que sonrías, te des la vuelta y salgas corriendo.
- Por que practiques la meditación no molas más que la gente que no practica. Varias de las personas más sabias, ecuánimes, resilientes y compasivas que conozco nunca se han sentado en un cojín. La cuestión no es lo bien que meditas, sino cómo vives tu vida y qué tamaño tiene tu corazón. El «buen Samaritano» sigue siendo una gran parábola para nuestros tiempos.
- Aunque nadie tiene toda la verdad, hay infinidad de libros y otros recursos que investigar sobre el tema. Cada rica tradición cultural te dará alguna pista, y se equivocará en algo: los textos antiguos e interpretaciones modernas del budismo, el hinduismo y el taoísmo; la filosofía clásica y moderna; los escritos de los teólogos y místicos cristianos, musulmanes y judíos; las tradiciones y los cuentos de todas las culturas; la poesía, el arte, la música y la literatura que ahonda en la experiencia humana y revela distintas formas de ver el mundo; la psicología y las ciencias sociales que han explorado nuestro comportamiento desde el exterior; las ciencias naturales que revelan las interconexiones entre todas las cosas. Dicho esto, no hace falta que te devores ninguna biblioteca. Un buen clásico, saboreado lentamente, puede abrirte un mundo entero. A ver si me pongo, de una vez por todas, con Tolstoi…
- No tienes por qué creer en nada de lo que te leas ni de lo que te cuenten. ¿Iluminados? ¿Milagros? ¿Reencarnación? Cada cual que crea en lo que quiera. Yo me fío sobre todo de las ideas que podemos compartir todas las culturas, como el sol, la tierra, el sufrimiento, la felicidad, el amor y las cosquillas. Y aun de estas cosas no me fio del todo, ya que cada una encierra un misterio insondable. Me gusta el método científico porque duda de sus propios resultados.
- Cuando consideres que ha llegado el momento, te animo a apuntarte a algún retiro de silencio (como el que he descrito en el capítulo 14) bajo la dirección de algún maestro o maestra de larga experiencia, para practicar de forma más continuada. Recomiendo empezar con un retiro de un día o dos, y si la cosa va bien probar con una semana o más. Según los estudios, asistir a los retiros tiene un impacto especialmente intenso en el progreso de diversas capacidades como el control del estrés. Por experiencia puedo corroborarlo.
- No tienes por qué tomarte todo esto demasiado en serio. Está permitido reír. Aunque si estás en una sala llena de meditadores, mejor no de forma demasiado escandalosa.
- Te lo recuerdo y me lo recuerdo a mí también: meditar en realidad es facilísimo. Se nos da FENOMENAL a todos y a todas. Solo tienes que soltar esa obsesión de “hacerlo bien” o si soltarla no es posible dejarla ser (“Let It Be”, como recomiendan los Beatles). Solo tienes que darte el permiso, una y otra vez, para hacerlo mal, supermal, o incluso FATAL. ¿Y si bastara con meditar lo mejor que puedas? Venga, voy a sentarme en el cojín ahora mismo, a ver si lo consigo…