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Querido Vladimir,

Perdona que te llame así, y no Comandante Putin, o Camarada Supremo Putin, o Su Inmensa y Putintísima Excelencia Presidencial de la Federación Rusa. Pero es que no quiero hablar con ninguno de esos tipos, cabecillas de un régimen autoritario, represivo y belicoso más surreal que cualquier ficción distópica, que ordenan el asesinato de sus oponentes al más puro estilo mafioso y que montaron ataques cibernéticos para alzar al poder a un personaje tan impresentable como Donald Trump entre otros intentos para desestabilizar la democracia en el resto del planeta.

Me dirijo más bien al inocente Vladimir, o Vladik o Vlad, o como sea que te llamaban antes de cumplir los 10 años, antes de que adquirieras tu ristra de títulos altisonantes, antes de ingresar en la KGB, antes incluso de apuntarte al boxeo, el sambo y el judo para protegerte de los malotes que te acosaban en las calles de Leningrado durante la terrible posguerra rusa.

Supongo que estos últimos te arrojaban apelativos aún más feos: DURAK (idiota), LOH (pringao), o MUDAK (gilipollas). Sospecho también que tales insultos no fueron lo peor del asunto. Algo terrible debieron hacerte esos canallas para que te dedicaras al a las artes marciales con tanto ahínco, llegando a hacerte con el cinturón negro de judo; para que ahora sientas la necesidad de mostrar tus pectorales, tu escopeta y tus trofeos de caza cada dos por tres; para que se te endureciera tanto el corazón y se te volviera la mirada tan fría. Y sin embargo, ¿cómo culparles? Sin duda estos bullies hacían lo posible, como tú, por sobrevivir entre la miseria y las enormes ratas de la ciudad, sufriendo incontables humillaciones propias. En tales circunstancias, imagino que es fácil caer en el Lado Oscuro.

¿El Lado Oscuro? Pues mira Vladimir, me refiero a Star Wars, una serie de películas que desafortunadamente prohibieron en la URSS junto a casi todo el cine occidental, y que por lo tanto nunca llegarías a ver. Te explico: es la historia de un tal Anakin, un niño rubio como tú, con una infancia tan difícil como la tuya, que se deja llevar por la tentación del odio y la venganza. Con los años se convierte en un poderoso lider temido en toda la galaxia por su crueldad: Darth Vader. Aunque no hayas visto las pelis, seguro que te suena la historia. De hecho, en las redes sociales te comparan a él (supongo que tu ejército de ciberespías conocerá bien los memes, como esta marcha imperial o este retrato).

Mi amigo Tom… y tú

En fin, Vlad, te escribo para hablarte de mi mejor amigo de cuando yo aun no había cumplido los 10 años: Tom. Conocí a este simpático irlandés-americano poco después de aterrizar en Los Ángeles, California, junto con el resto de mi familia. Mis compañeros también se metían a veces con este chaval un tanto desastroso que a menudo llegaba al colegio totalmente despeinado y con el jersey manchado por las cagadas de su loro. Era, como yo, enclenque y pringadillo, y quizás por eso nos hicimos tan amigos. Pero cuando se burlaban de él, respondía siempre con un inquebrantable sentido del humor —una gran forma de evitar el Lado Oscuro. Sus imitaciones de los Monty Python (en particular sus lanzamientos a la piscina “estilo monje”) se hicieron míticas.

Hoy, Tom tiene el corazón —su enorme corazón— roto. Y es culpa tuya, Vladik (bueno, de tu futuro yo: el Comandante, Camarada y Presidente Muy Supremo Putin). Tom se acaba de convertir en parte de esa marea humana que en estos días huye precipitadamente de Ucrania, su hogar desde hace 8 años. Al parecer acabas de ordenar que tu ejército invada este país soberano y democrático, con unos pretextos aún más patentemente falsos que los que emplearon George Bush y sus secuaces para bombardear Iraq en 2004. Que ya es decir.

Tom ha tenido mucha suerte: vivía cerca de la frontera occidental del país, y pudo escapar casi en seguida. Me ha contado por Whatsapp que se encuentra de momento a salvo en Eslovaquia, aunque bastante traumatizado y sin saber muy bien que hará ahora con su vida. Como cualquier otro refugiado que acaba de abandonarlo todo, supongo. De momento ha colgado un post en Facebook tratando de explicar su dolor y pedir ayuda entre sus amistades. Cuenta que tras visitar el país por primera vez en el año 2014, poco después de la revolución de Maidan, se quedó tan prendado del lugar y de su gente alegre que dejó su trabajo en los Estados Unidos y se mudó a la ciudad costera de Odessa. Fue algo así como un flechazo cultural.

Según Tom, amante de la cerveza, la risa y el bullicio, Ucrania es uno de los lugares más fáciles del mundo para hacer amistades. Y ahora toda esta gente que lleva en el corazón, con los que hace pocos días brindaba y reía, están tratando de escapar de las bombas con sus familias, o preparándose para aguantar y luchar en una guerra de las de verdad, con heridos de carne y hueso al descubierto. En pocos días, ya se cuentan cientos de víctimas mortales de todas las edades. Igual que cuando irrumpió en el mundo el Covid-19, nadie quiso creer que la invasión llegaría de verdad hasta que llegó. Tom me aseguró hace un par de semanas que no me preocupara. Que Putin estaba loco, pero no TANTO.

YO SOY TU HERMANO… (aunque reconozco que me da repelús pensarlo)

Fue con Tom que escuché a Darth Vader decir a Luke Skywalker, en un cine de Los Ángeles, eso de que “YO SOY TU PADRE”. Tres años después, cuando se estrenó el Retorno del Jedi, asistimos atónitos a la lucha interna de este hombre medio mecánico que finalmente logra derrotar al Lado Oscuro que llevaba dentro y salvar a Luke y a toda la galaxia de un destino funesto. (Perdona, por cierto, que te haga tanto spoiler, pero bajo las circunstancias creo que está más que justificado). Al final resultó que Vader no era un malvado sin más. Tras la máscara se encontraba un hombre con el corazón averiado. La película nos hizo reflexionar a Tom y a mí que quizás todos los malvados tenían el mismo problema.
Esta reflexión es la raíz misma de diversas tradiciones éticas y religiosas. La práctica de Mindfulness nos la recuerda constantemente, ya que observarse implica descubrir el Lado Oscuro que todas las personas llevamos dentro, junto con el luminoso. Basta prestar atención al mundo interior durante pocos minutos para encontrarse con los miedos, las frustraciones, la impaciencia, los prejuicios, las envidias, los egoismos, las maldades… y por el otro lado con una perspectiva de amplitud, una calma inmensa, una “fuerza” interna capaz de acogerlo todo sin dejarse arrastrar por ello. La lucha entre estos dos aspectos es el eterno combate del ser humano.
 
Descubrir este combate en uno mismo constituye una gran cura de humildad, y ayuda a ser compasivo con los demás –un primer paso para construir ese mundo de paz, igualdad, entendimiento y solidaridad con el que todos y todas soñamos. Aunque confieso que ser compasivo con Vladimir Putin me resulta especialmente difícil, y más en estos momentos. Imaginar que este señor de la guerra es mi hermano (como asegura el cristianismo) o incluso un primo más o menos lejano (como asegura el darwinismo) me provoca el mismo horror que sintió Luke al descubrir su historia familiar.
 
Por eso hablo contigo, Vlad, que me cuesta menos. ¿Sigues ahí dentro, detrás de esa espantosa máscara que suele colocarse tu patrón? ¿Se da cuenta de lo que está haciendo? ¿Quieres decirle algo a ese monstruo con el que convives?
 
Te lo pido por Tom, por cada una de sus amistades ucranianas, por las familias y amistades de cada una de ellas (muchas de ellas rusas como es lógico), y así sucesivamente hasta alcanzar a toda la humanidad. Porque al final, cuando tenemos en cuenta a cada una de las personas que cada persona guarda en su corazón, resulta que estamos todos y todas unidas, hermanadas, sí, y que urge hacer lo posible por cuidarnos en esta vida que ya tiene bastantes dificultades e incluso horrores, sin que tengamos que añadirle una ración añadida.
 
Vladimir: si el Comandante Putin ha ordenado esta locura, sea cual sea el pretexto, no tengo ninguna duda de que su corazón está averiado. La avería tendrá su historia, sin duda. Quizás tenga que ver con esos insultos, esas humillaciones, esa miseria que viviste en la URSS en los años 50. Pero ¿es que vas a permitir que otras niñas y niños ucranianos ahora vivan nuevas miserias, y que brote una vez más el odio y la venganza en la siguiente generación?
 

Llegó tu momento

Siéntate con él, Vlad. Explícale que ya ha perdido su infame guerra. Plántate delante de su camino como este valiente ucraniano que intentó detener a los tanques rusos con su cuerpo vulnerable. Dile que te mire a los ojos. Que encuentre tu mirada angustiada en los ojos de cualquier niño de Kyiv. Que vea reflejada en las lágrimas de terror esa máscara escalofriante del bully global que hoy asociamos con el nombre de Vladimir Putin.
 
Y que se asuste de verdad.
 
Puede que no te creas capaz. Dudarás que algo así sea posible. Yo también lo dudo. Sin embargo, cosas más extrañas han sucedido. En los años ochenta, Tom y yo nos despertábamos con angustiosas pesadillas que nos mostraban la destrucción nuclear de nuestra ciudad de Los Ángeles por parte de los misiles soviéticos, y supongo que también te habrás despertado alguna vez, con el pijamita empapado y la misma visión de Leningrado incinerada en la cabeza. Sin embargo, a finales de esa década caía el muro de Berlín y desde entonces los arsenales nucleares a nivel mundial se han reducido en más de un 80%. Las canciones de los Beatles, prohibidas en la Unión Soviética al igual que Star Wars, finalmente llegaron hasta la Plaza Roja de Moscú en 2003, cuando Paul McCartney dio un histórico concierto en el que todo el público coreó su Back in the USSR.
Estuviste en ese concierto, Vlad (Te he pillado disfrutando a tope en el segundo 0:15 del vídeo). Fuiste tú ¿verdad? Y no el Comandante, que en esa ocasión tuvo que acompañarte a regañadientes. Sé de buena tinta que adoras a los Beatles, que escuchabas las grabaciones piratas en la era soviética, y que debajo de esa pose de tipo duro, tu corazón se derrite con canciones como Yesterday.

 

Give peace a chance, Vladimir. We can work it out. Life is very short, and there’s no time for fussing and fighting, my friend. All you need is love. You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one.

 

Mientras tanto, vamos a por ti, que lo sepas (bueno, a por el Comandantísimo tal y tal). No solo el pueblo ucraniano y mi buen amigo Tom, sino todos los seres humanos que defendemos la paz, la libertad, la igualdad y la democracia. En este esfuerzo, intentaré no dejarme llevar por el Lado Oscuro, como recomendaba el monje zen y activista Thich Nhat Hanh a sus compañeros durante la Guerra del Vietnam en este poema…

 

RECOMENDACIÓN

Prométeme,
prométeme hoy mismo,
prométeme ahora,
con el Sol en lo alto
justo en el cenit,
prométeme:
aun si te abaten
con una montaña de violencia y odio,
aun si te pisan y aplastan
como a un gusano,
aun si te rompen y destripan,
que recordarás, hermano,
recordarás
que el hombre no es nuestro enemigo.
Lo único digno de ti es la compasión:
invencible, ilimitada, incondicional.
El odio nunca te dejará enfrentarte a la bestia en el hombre.
Y un día, cuando te enfrentes a esta bestia solo,
con tu valor intacto, los ojos tranquilos,
llenos de bondad, (aunque nadie los vea),
de tu sonrisa
nacerá una flor.
Y aquellos que te aman
te estarán contemplando
a través de diez mil mundos de nacimiento y muerte.
Solo de nuevo,
caminaré con la cabeza inclinada
sabiendo que el Amor es ahora Eterno.
Sobre el largo y duro camino,
el Sol y la Luna
seguirán brillando.

 


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